Al comienzo de 2021 la revista “Ciencia Hoy” publicó una excelente nota de dos ingenieros agrónomos, docentes e investigadores argentinos que recorren los cambios productivos y tecnológicos de la agricultura extensiva argentina en los últimos quince años y dejan al cierre de la nota algunas reflexiones para el presente y para el futuro. Los autores de la nota son Emilio Satorre y Fernando Andrade.
Aunque las políticas públicas son condicionantes, buena parte de lo que pasó y pasará en la agricultura de Argentina, está en manos de las profesiones vinculadas al agro trabajando en equipos multidisciplinarios y en esta nota quisimos entrelazar los hitos que releva la nota con la vida profesional cotidiana de algunos profesionales de la agricultura a lo largo de una ruta que atraviesa el interior productivo.
Superficie, Producción, Rendimientos
Cuando arrancamos este viaje es una mañana hermosa de otoño en la mayor parte del centro del mapa de Argentina. A un lado y al otro de la Ruta Nacional 8, que atraviesa el país de este a oeste se encuentran buena parte de los 35 millones de hectáreas de cultivos de granos de Argentina.
La mano única hacia Cuyo y la otra que vuelve hacia Buenos Aires, es una herida expuesta, una marca indeleble del atraso económico del país incapaz de aggiornar su infraestructura básica por décadas de estancamiento. Pero ahora esta ruta es nuestro escenario, sobre ella con pocos Km de diferencia encontramos a los protagonistas de esta nota.
Oscar estudió agronomía en los 80’s en Córdoba y le tocó vivir épocas de cambios.
Mientras recargaba agua para el mate en la YPF de Sampacho en el Km 648, levanta la vista y en el surtidor justo frente a él ve a Miguel cargando un batán con gas oíl. Miguel es un viejo compañero de los primeros años de laburo, no se veían hace una pila de años. Fue inevitable rememorar aquellas épocas, monitoreando sojas y maíces sobre esa misma ruta.
Apenas recibidos se habían encontrado con el inicio de un ciclo de intensificación tecnológica y expansión del cultivo de soja que se aceleró a mitad de los 90 con la sinergia entre la irrupción de la soja resistente al herbicida glifosato más la incorporación masiva de la siembra directa y las desregulaciones económicas del menemismo. La llamada “segunda revolución agrícola de las pampas”.
Oscar y Miguel compartían una camioneta desvencijada que era más el tiempo que estaba en el taller que por los caminos polvorientos del sur de Córdoba.
Supervisar el control de malezas en soja era una odisea antes de la soja RR y no había forma de tomarse vacaciones de verano, siempre alertas al lado del lote. El primer año en la playa para ambos fue el 98, la RR hizo el milagro de simplificar todo. Pero ese vértigo no fue nada al lado de los 2000 cuando se despertó China, la demanda de soja comenzó a escalar y los precios tomaron vuelo como nunca.
En la primera década del milenio los cultivos de soja, maíz, trigo y girasol ocuparon más del 95% del área sembrada, con la soja alcanzando el 65% del área hacia 2009. Este escenario no se ha modificado significativamente en los últimos quince años, la agricultura extensiva continúa identificada con estos pocos cultivos de granos, aunque se dieron algunos cambios interesantes y positivos para la sustentabilidad de los sistemas productivos.
La superficie sembrada continuó creciendo debido a la intensificación del uso del suelo de la mano de la cebada y el trigo en doble cultivo con especies ‘de segunda’, soja y en menor medida maíz.
Con respecto a la producción de granos se registró un aumento hasta aproximadamente 129 millones de toneladas (promedio 2017-2019). El maíz fue responsable de buena parte de este incremento por una combinación de su integración con la ganadería, nuevos materiales adaptados a zonas marginales y a siembras tardías o de 2da sumado al fenomenal impulso de la quita de retenciones del período 2016-2018.
El incremento de la producción fue apalancado mayormente por mayor superficie y no tanto por rendimiento unitario (kg/ha) debido a la influencia de la variabilidad de las condiciones climáticas (2004-2018) y al aumento de superficie del doble cultivo de soja y de la sembrada con cultivo tardío de maíz, ambos frecuentemente de menor rendimiento.
En el caso de los cultivos de girasol, trigo y cebada han tenido un incremento leve pero significativo que podría asociarse con el aumento del uso de fertilizantes y con la rápida adopción de genética de alto rendimiento.
Ahora, Oscar gerencia una empresa de insumos y Miguel coordina un equipo de contratistas de siembra, cada uno tiene una linda camioneta, nada que ver con la que compartían en los 90.
El manejo agronómico y la mejora genética
Muy cerca del encuentro de los ex compañeros, en el Km 607, en el cruce de la ruta 36 que sube a Córdoba, Andrea recorre desde temprano parcelas de ensayos de densidades de siembra en maíz.
Andrea es agrónoma y licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Rio Cuarto y además especialista en ecofisiología.
El cultivo de maíz fue un actor clave en los últimos 15 años y puso en evidencia la valiosa contribución de los investigadores argentinos y el aporte del mejoramiento genético.
El rendimiento del cultivo de maíz temprano siempre fue muy variable como resultado de las condiciones climáticas durante su estación de crecimiento. El maíz tardío, en cambio, exploró condiciones que atenuaban el impacto de las deficiencias hídricas, aunque lo sometían a otros desafíos, como inferiores niveles de radiación y temperatura, menores tasas de secado de grano y a esto se agrega que debe enfrentar malezas, plagas y enfermedades que difieren sensiblemente de aquellas de siembra temprana.
A pesar de esta combinación de factores, el maíz tardío produjo un gran impacto permitiendo, en muchos casos, mayor productividad que la soja y mejores rendimientos que el maíz temprano bajo condiciones de secano en los peores ambientes y suelos.
Junto con el cambio en la fecha de siembra, reducir la densidad de plantas contribuyó a incrementar la producción y la estabilidad de los rendimientos en zonas marginales. Mientras tanto, los planteos de siembra temprana con altas densidades de plantas se consolidaron en los ambientes de alto potencial.
El maíz tardío permitió una mejor rotación de cultivos en ambientes frágiles que estaban dominados por cultivos de bajo volumen de rastrojo (soja o girasol), con escasa participación de especies gramíneas.
La investigación y desarrollo impactó fuerte también en las mejoras genéticas que aportaron aumento del potencial de rendimiento, estabilidad ante estrés y tolerancia a adversidades bióticas. Para mejorar el control de malezas se incorporaron genes de tolerancia a herbicidas; y para el control de plagas.
Se liberaron también variedades de soja que incorporaron mayor seguridad en el manejo del herbicida glifosato y la toxina Bt para la protección contra las principales plagas del cultivo.
Andrea está ansiosa por terminar la recorrida, llegar a tiempo a buscar a los mellizos a la guardería y ponerse a escribir las conclusiones preliminares del ensayo. Está bastante segura de haber encontrado un par de correlaciones interesantes entre fecha de siembra, densidad y componentes del rendimiento en siembras tardías.
Cultivos de cobertura
Un poco antes de llegar a Venado Tuerto, en el Km 370, Mariano supervisa la carga de semilla de avena en un avión Air Tractor 501. Mariano es técnico agrónomo y trabaja en una empresa de aviación agrícola que año tras año aumenta las hectáreas sembradas en forma aérea.
La siembra de cultivos sin finalidad de cosecha, denominados cultivos de cobertura o cultivos de servicio se incrementó notablemente en los últimos años y hacerlo en forma aérea es ideal debido a la ventaja de sembrar anticipadamente, cuando aún el cultivo antecesor no fue cosechado.
Estos cultivos consisten en la siembra de especies luego de un cultivo de verano, evitando así los campos sin actividad vegetal por varios meses y aumentando la cobertura de rastrojo y la materia orgánica del suelo.
Permiten, además, afectar el ciclo de crecimiento de algunas especies de malezas y, por lo tanto, reducir el uso de herbicidas. Además, si se incorporan especies leguminosas invernales en mezclas o solas, mejora la oferta de nitrógeno para los cultivos siguientes.
La intensificación del uso del suelo de la mano de cultivos de cobertura está lentamente transformando el manejo agronómico y tecnológico del agro.
La empresa de Mariano está a punto de cerrar la campaña de siembra y si no fuera por las restricciones de la pandemia ya estaría planeando una juntada con amigos en el quincho. De todas formas, un asado en casa con los viejos no es un mal plan.
Tecnologías digitales
En el Km 303, en un depósito de un transporte, en Hughes, Santa Fe, Gerónimo está retirando una notebook que compró por Mercado Libre. Gerónimo estudia ingeniería electrónica y su pareja y socia, Lupe, licenciatura en computación, los dos en la Universidad Nacional de Rosario. Los dos son también programadores.
Tienen muchísimo trabajo haciendo servicios para varias Pymes de tecnología digital en agricultura de todo el país más un algunos de clientes en Chile y Bolivia. Hasta las cursadas de la facu se están demorando por la demanda de los clientes.
Hacia fines del siglo XX, las tecnologías digitales comenzaron a ingresar en el agro principalmente a través de la detección de la heterogeneidad de la vegetación con sensores satelitales y la inclusión de monitores de rendimiento en las cosechadoras.
Esto permitió desarrollar lo que se denomina agricultura de precisión y así surgieron empresas con distinta definición de sus sensores para ayudar a los productores a reconocer la variabilidad de la productividad dentro de su establecimiento y de sus lotes.
También en la última década se ha difundido el uso de sensores en las máquinas que aplican herbicidas para generar aplicaciones dirigidas solamente a las áreas con malezas.
La revolución de las nuevas tecnologías en el agro recién está comenzando. Hay emprendimientos en desarrollo que incorporan sensores de todo tipo, algoritmos, redes neuronales e inteligencia artificial.
El agro y el ambiente
Lorena es licenciada en Ciencias Ambientales. Desde que empezó la pandemia pasa más tiempo en la casa de sus padres en su pueblo natal, en Wheelwright, en el km 294, una de las ventajas de esta situación distópica.
Trabaja para un organismo provincial del área de ambiente haciendo análisis del impacto ambiental de la agricultura.
Para amenizar un poco el encierro, algunas mañanas se instala con la compu en la vereda del bar Menta y Limón, a trabajar desde allí. No falta el agricultor que pasa con la chata por enfrente y la mira de reojo con desconfianza, siempre fue media hippie la Lorena y ahora parece que se empecinó en encontrarle el pelo al huevo a la forma de trabajar en el campo, parece que se olvidó que es hija de chacareros. Eso dicen algunos.
La expansión y la simplificación del modelo agrícola, la economía de escala y la incorporación de tecnología, aumentaron la presión sobre el medio ambiente. Hay evidencias de deterioro del ambiente vinculado a la dinámica del agua, el ciclado de los nutrientes y el ambiente físico del suelo que afecta el crecimiento de los cultivos. A esto se le suma un aumento de la contaminación ambiental por el uso de agroquímicos.
Distintos niveles de erosión, o sea el deterioro físico de los suelos, alcanzan a 45 millones de hectáreas comprometiendo la productividad y el uso futuro de esas tierras. La siembra directa ha hecho una contribución positiva, pero ha sido insuficiente para frenar totalmente los procesos de degradación de suelos.
En términos de nutrientes el nivel de reposición de lo que se extrae por la cosecha de granos, ha ido mejorado, pero está muy lejos de reponer lo exportado en cada cosecha. Es evidente que existen necesidades de expandir el uso de fertilizantes.
El uso de plaguicidas en el país se multiplicó muchas veces desde 1960 hasta hoy. En la campaña 2011-2012 se utilizaron cerca de 9 kg o litros de formulado por hectárea cultivada, valor muy superior al de principios de la década de 1990 (1,95kg o litros por ha) y al promedio mundial. Como contrapartida los productos utilizados en la actualidad en el país son en general menos tóxicos y persistentes que los usados en el pasado.
Los cambios en el uso del suelo también parecen haber impactado sobre la dinámica del agua. La utilización de secuencias de cultivos simplificadas de especies anuales de ciclo corto de crecimiento, aumentó la productividad, pero redujo el consumo de agua.
Esto, junto con la menor producción de rastrojo, redujo la infiltración de las lluvias en las porciones altas del terreno, y causó el ascenso de napas y anegamientos en las áreas bajas.
La deforestación y el pasaje de pasturas a cultivos también producen estos efectos. Como consecuencia, la superficie con posibilidades de ser sembrada se reduce, temporaria o permanentemente, en las áreas centrales del país por excesos hídricos. El escurrimiento y el movimiento vertical del agua aumenta el riesgo de la contaminación con fertilizantes y con fitosanitarios.
La parte positiva es que la capacitación y concientización de productores y agrónomos locales sobre este tipo de impactos de sus decisiones han aumentado notoriamente en la última década.
Con las malezas también se complicaron las cosas. Desde la época que Oscar y Miguel pudieron tomarse vacaciones en pleno verano gracias al glifo que aseguraba control sencillo y efectivo las cosas cambiaron. A fines de la década de 1980 no se había detectado ningún caso de resistencia en malezas, plagas o enfermedades de los cultivos en la Argentina. Pero, a comienzos de los 90 se detectó la primera resistencia a herbicida en el país.
Fue el caso del yuyo colorado (Amaranthus quitensis). A partir de allí, desde finales de la primera década de este siglo hasta el presente se han reportado más de 27 biotipos de malezas resistentes a herbicidas. También apareció la resistencia de insectos como el barrenador del tallo del maíz y el gusano cogollero a toxinas incorporadas a los cultivos mediante biotecnología.
Las tecnologías simples no han sido exitosas en dar solución permanente a los problemas complejos. Es evidente que la biología es compleja y su abordaje debe ser integrado.
El tipo de trabajo de Lorena y de las Ciencias Ambientales en general, es un importante e imprescindible aporte para fortalecer un enfoque mucho más integrado de un sistema de producción que requiere una robusta inclusión de la sustentabilidad ambiental para poder transformar un conflicto en una sinergia.
Comentario final
Después de algunos pocos kilómetros por el único tramo que ha sido transformado en autopista nos acercamos a Buenos Aires. Manejar por la ruta es ideal para pensar y reflexionar. Con la lectura de la nota de Satorre y Andrade es más fácil pensar los cambios que vivimos y los que tendremos que afrontar.
Lo que viene requiere mucho esfuerzo para intensificar el uso de la tierra a través de tecnologías que permitan reducir la erosión y degradación de los suelos y los excesos hídricos, evitar la contaminación química, utilizar más eficientemente los recursos e insumos, mantener la biodiversidad y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esto hay que lograrlo en base a mejora de procesos y de conocimientos. El conocimiento del ambiente, del funcionamiento de los cultivos, de la biología de plagas y de las interacciones dinámicas entre los componentes del sistema es fundamental para guiar los procesos de la producción tales como el manejo del suelo y las rotaciones, el manejo de los cultivos, las pasturas y los pastizales, el manejo integrado de malezas, plagas, etcétera.
La capacidad creativa e innovadora de agricultores, investigadores y profesionales deberá estar centrada en ser adaptar, transferir y desarrollar tecnologías que resulten en mayor productividad y en menor impacto ambiental.
Este punto que señalan Satorre y Andrade es central en esta nota:
“El éxito de un modelo productivo es responsabilidad de un amplio número de actores en el sector y el país. Su capacidad de resolver los problemas y potenciar virtudes depende de acciones colectivas (como en casi todos los problemas complejos) sostenidas en una profunda, veraz y amplia comunicación y, en especial, en la capacitación de todos los que intervienen”.
La agricultura de los próximos quince años será más compleja y deberá dejar de mirar solo el lote y abordar tecnologías y sus impactos a escalas de paisaje, cuencas, ecosistema y socio- ecosistema.
Buenos Aires Km 0
En todo el sistema vial de la Argentina, las rutas llevan a Buenos Aires, allí donde también está el km 0 de esta ruta 8. Y allí donde nos lleva. Es “donde atiende Dios”, como dice el dicho. Y también el poder político, que ha sido cada vez más unitario, contrariamente a los que dice la Constitución Nacional.
Es allí, en el núcleo del poder, donde muchas de las tecnologías de un sector juegan su suerte.
Mucha de la riqueza que se genera a la vera de esa ruta que estamos terminando de recorrer, se va al poder centralizado y no regresa nunca más. Ni como asistencia, ni como servicios, ni como infraestructura.
Este es un condicionante más de los desafíos que tiene por delante la agricultura argentina que tendrá que arreglárselas para compatibilizar producción y sustentabilidad.
Notas del Autor
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Los personajes son ficticios y cualquier coincidencia con la realidad es casual pero no tanto. Todo territorio real tiene una capa de territorio mítico. Lo que existe también hay que inventarlo.
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Muy cerca de Rio IV, en el Km 572, en Paso del Durazno, está la despensa y carnicería El Paso. Si pasan por ahí no dejen de llevar chorizo fresco y salamines, paré a comprar y no me queda otra que recomendárselo a ustedes.
Por Victor Piñeyro, Ing. Agr., docente.
Director del Observatorio de Comunicación de Agronegocios.