Al objetivo de atender los problemas de malezas resistentes, en los últimos años, se le sumó el control de la resistencia sobre plagas y enfermedades. Actualmente, los especialistas, están trabajando en la elaboración de mapas para relevar las enfermedades en el país.
En ese sentido, Ignacio Erreguerena (INTA Manfredi), durante el reciente XXIX Congreso Aapresid, se enfocó en las principales enfermedades que afectan al trigo y la cebada. El investigador, definió primero a la resistencia a fungicidas. “Es la selección artificial provocada por un agente selectivo (fungicida) que favorece de manera continua a parte de la población del patógeno que posee la capacidad o plasticidad genética de tolerar o volverse insensible a dicho agente”, dijo.
Además, destacó tres factores que favorecen su ocurrencia. Las características propias del ingrediente activo, la biología y epidemiología del agente causal, y el manejo agronómico (subdosificación de activos, número y momento de aplicación).
“Dentro de estos tres factores hay diferente nivel de riesgo de generar resistencia”, sostiene Erreguerena. Es que distintos estudios indican que las Imidazolinonas tienen un riesgo medio a bajo, las carboxamidas y estrobilurinases medio a alto y en los multisitios e inductores es bajo. “Este panorama reduce dramáticamente la efectividad de los fungicidas”, marcó.
Enfermedades predisponentes
“Para Ramularia en cebada, estamos viendo resistencia a estrobirulinas en un 100%”, ejemplificó el especialista. En cuanto a las enfermedades, están observando un riesgo alto para Alternaria en trigo y Ramularia collo-cygni en cebada. En Zymoseptoria tritici, Pyrenophora teres, mancha amarilla medio y para Roya de la hoja, es bajo.
Ello se explica por mutaciones que ocurren en las proteínas objetivo, potenciada por el uso repetido de los mismos ingredientes activos, y el panorama se complica cuando son más específicos. Por ello destacó la importancia de las decisiones de manejo que tomemos ya que van a acelerar o retrasar el proceso.
Un punto clave que el fitopatólogo mencionó es monitorear los cultivos en el campo para trabajar de forma preventiva y detectar a tiempo el problema.
Desde el INTA están abordando esta temática con la Red de protección y sensibilidad a fungicidas con monitoreos a campo y trabajo en laboratorio. También están realizando acciones con la CEFA (Comisión de Estudios de Fungicidas en Argentina) para fomentar la investigación científica y su divulgación.
“Hay que evitar el uso incorrecto”
Para mitigar o retrasar el desarrollo de resistencia, el técnico de INTA recomendó aplicar un fungicida si es necesario y en el momento óptimo. Los mismos deben estar formulados con mezclas de activos con diferentes sitios de acción y alternancia, y se deben complementar con compuestos alternativos y evitar subdosificación de activos. Uso de variedades resistentes o tolerantes, rotación y nutrición de cultivos, uso de semillas libres de patógenos, entre otros.
Por su parte, para maíz, Roberto De Rossi (UCC) nombró a la Roya común y el Tizón foliar como las principales enfermedades que afectan al cultivo. No obstante, en las últimas campañas se registraron grandes pérdidas de área foliar por Cercosporosis y Mancha blanca. “En el caso de las manchas, el problema es que el inóculo queda en el rastrojo”, aclaró.
“El riesgo de generar resistencia en maíz es relativamente bajo”, anunció De Rossi. Eso se explica por la baja tasa de adopción de uso de fungicidas, el bajo número de aplicaciones (según datos de REM, el 8% de has registran 1 sola aplicación) y los fungicidas registrados en maíz son mezclas de ingredientes activos.
La importancia del ambiente
“Tiene mucho que ver el ambiente dónde se desarrolla la enfermedad, en siembras tardías de maíz, la incidencia de Tizón foliar es bajo”, subrayó De Rossi.
El especialista, aclaró que hay algunas situaciones que ponen en riesgo la generación de resistencia, como la variabilidad de los patógenos, las aplicaciones secuenciales en generación de semilla híbrida, las fallas en el diagnóstico en la cuantificación. Dijo también que en el monitoreo, no se considera que el activo que se usa en el tratamiento de semillas y la aplicación foliar es el mismo y por último, la falta de conocimiento específico.
En este punto argumentó que “muchas veces se le atribuye al fungicida una falla en el control, cuando en realidad por fallas en el monitoreo y desconocimiento se confunde una bacteriosis con un hongo”.
Por último, subrayó la importancia de tomar decisiones acertadas y trabajar con umbrales de daño “Un rango de control de un 60 a 70% es considerado muy bueno, tenemos que convivir con el patógeno”, concluyó.
El ABC Rural