La pandemia de coronavirus fue un hecho disruptivo que trajo infinidad de cambios en la vida cotidiana. La producción, distribución y comercialización de alimentos no fueron ajenas. Surgieron nuevas preocupaciones, se profundizaron las exigencias de inocuidad y calidad y también creció la demanda de información.
A la par, aumentó la conciencia ambiental, el cuidado de la salud, el interés por el contacto con la Naturaleza, la autoproducción de alimentos y el vínculo con el bienestar. Pero también el bajo costo que tiene estos vegetales por la ausencia de intermediarios.
Los consumidores no son los mismos. Así lo demuestran numerosos estudios, como uno reciente del INTA, que confirma un fuerte incremento en el consumo de frutas y hortalizas de proximidad, lo que impulsó su producción y comercialización.
Consumidores concientes
De acuerdo con María Soledad González Ferrín, investigadora de Chacra Experimental Integrada Barrow del INTA, “los consumidores son cada vez más conscientes y están dispuestos a restablecer una conexión directa con los productores”.
Según explicó la especialista, buscan alimentos saludables y contribuir a reducir el impacto ambiental, mediante el consumo de alimentos locales, lo que minimiza las pérdidas y desperdicios.
En esta línea, es que las producciones frutihortícolas de cercanía o “km 0” se posicionan y cobran protagonismo. “Contribuyen a la mejora de la calidad alimentaria, mediante una mayor disponibilidad y accesibilidad a alimentos frescos y de estación”, explicó González Ferrín.
El reciente estudio del INTA confirmó que el 60 % de los encuestados indicó conocer la procedencia de las hortalizas y frutas que consume, mientras que el 66 % de los consumidores encuestados adquirieron productos locales y regionales. Aun cuando, en muchos casos, desconocían la forma de denominación “Km 0” o de proximidad.
Campo-ciudad: un vínculo para fortalecer
“La pandemia instó la necesidad de fortalecer los vínculos urbano-rurales y fomentar la producción local de alimentos, especialmente cuando se interrumpen los canales de intercambio tradicionales”, reconoció la especialista del INTA.
Por tal motivo, destacó: “La producción local periurbana y la coordinación urbano-rural eficiente podrían contribuir a mantener un flujo de alimentos inocuos, en cantidad, calidad y diversidad; beneficiando, tanto a los productores, como a los consumidores”.
A su vez, reconoció la importancia de “implementar estrategias de planificación y gestión en las ciudades para eficientizar el control y optimizar la producción, distribución, procesamiento y consumo de productos alimentarios”.
Para González Ferrín, “los resultados sugieren promover estrategias que favorezcan a las cadenas de suministro de alimentos saludables, más cortas, que contribuyan a mejorar los sistemas alimentarios regionales y locales”.
Conciencia masiva
De todos modos, del estudio también surgió que solo 1 de cada 4 encuestados cumple con las recomendaciones de consumir al menos 5 porciones diarias de frutas y hortalizas. A la hora de adquirirlas, priorizan sus atributos, en especial, la frescura y apariencia.
Para González Ferrín es “clave” concientizar a la población sobre la necesidad de tomar adecuadas decisiones, respecto a las formas de producción y consumo de frutas y hortalizas, su origen, inocuidad y los beneficios de su incorporación a la dieta.
Entre los indicadores confirmados de repunte de ventas de las hortalizas frescas, aquellas que tienen mayor conservación se ven favorecidas sobre las más perecederas. Así, la papa, batata, mandioca, cebolla, ajo y zapallo lideran la demanda, aunque productos perecederos populares como el tomate fresco no se quedan muy atrás.
El ABC Rural