Llega una época clave para avanzar con el progreso de la huerta en casa y los tomates son una alternativa que no puede faltar. Se trata de una planta rastrera, lo que significa que crece horizontalmente. Si no se conduce la planta, la misma crecerá al ras de la tierra, entorpeciendo el desarrollo del fruto, quedando mas expuesto a patógenos del suelo y además, su recolección seria mas dificultosa.
Este exquisito cultivo, se implanta en la huerta en hileras dobles de 80 cm de distancia y 50 cm entre plantas. Podemos intercalar plantas como albahaca, ciboulette o perejil para evitar las plagas de pulgón.
Es bueno recordar que los plantines de tomates, necesitan mucho riego y una buena exposición al sol. Hay que comprobar que las plantitas se han vigorizado antes de replantarlas y se las riega bien el día antes. Algo muy negativo es trasplantar el plantín con viento.
Porqué no le debe faltar el agua
Como la mayoría de los cultivos de verano, las tomateras requieren de un riego regular pero no excesivo; suele ser suficiente con una o dos veces a la semana.
Los riegos irregulares causan un desarrollo irregular del fruto y su agrietamiento. Cuando los primeros racimos muestran sus diminutos frutos, se comienza con la aplicación de un abono rico en potasio que se suministra cada semana junto con el agua.
Encañazón: la protección
Para este “ritual” se utilizan estacas o cañas de al menos 2 metros de altura, que será la medida que alcanzará la planta según su variedad. Se deben enterrar lo suficiente como para que puedan mantener el peso de la planta.
A lo largo del crecimiento de la planta, se va atando con un hilo, precinto o algún implemento similar a las estacas, con cuidado de no dañarla, para mantenerla erguida.
Otra alternativa es formar un triángulo con 3 cañas o palos y unirlas en el extremo superior. Debe estar bien separadas en la base para que aguante el peso de la planta y el viento.
El ABC Rural