Los chacareros de Colonia Esperanza, en Santa Fe, no podían creer lo que oían. El 8 de septiembre de 1952, justo en el Día del Agricultor, el propio Juan Domingo Perón les prometía que en solo tres meses el campo argentino tendría un tractor de fabricación nacional: el Pampa.
Así, a partir de esa declaración apresurada del entonces presidente de la Nación, se empezó a forjar el proyecto del “Pampa”, un artefacto improvisado que nunca logró alcanzar gran escala y que se desvaneció cuando el mercado abrió sus puertas a las marcas internacionales.
Eran tiempos de sustitución de importaciones y de guerra económica con Estados Unidos, razón por la cual el jefe de Estado había resuelto interrumpir las exportaciones de aceite de lino al país del norte.
“Si quieren pintar sus casas de madera con el aceite argentino, tendrán que traer sus casas acá porque no les vamos a mandar más”, exclamó Perón. En pleno discurso, los chacareros inquirieron: “¿Y si no les mandamos aceite de dónde vamos a traer los tractores para trabajar?”
El compromiso de Perón se hizo realidad
Perón no se amilanó y sacó una promesa de la galera. “En tres meses vamos a producir en gran serie un tractor argentino”, anticipó. Si bien es verdad que hacía tiempo IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado) evaluaba la producción de un tractor, la palabra empeñada del Presidente aceleró los procesos. Fue así que obligó a copiar un modelo determinado, el tractor alemán Lanz Bulldog.
En ese sentido, Claudio Castro, profesor de Historia Económica y especialista en la historia industrial, opinó hace unos meses que esta fue otra aventura tecnológica de Perón, la cual resultó bastante osada. “Fue una respuesta desesperada para darle tecnología a un campo que estaba descapitalizado y ya no tenía divisas para importar maquinaria. Se dio justo en medio de una gran necesidad de contar con la exportación agrícola para acomodar las cuentas nacionales”, explica.
Según se relata en Estudios sobre la Industria Argentina, editado por Lenguaje Claro, el proyecto del tractor peronista se inició el 19 de junio de 1952. “Se quería ofrecer al productor un tractor simple, económico, fácil de mantener. y que además cumpliera con un nivel de prestaciones básicas (algo muy parecido a lo que hacía poco se había intentado con el auto Institec Justicialista)”, se explica en el libro.
Manos a la obra
Fruto de una encuesta que el propio IAME hizo entre hombres de campo, el vehículo de origen alemán se prestaba por potencia, funcionalidad y simpleza. Por ese motivo, se pusieron manos a la obra de la manera más práctica: trayendo dos unidades usadas del Lanz, procedentes de Uruguay.
Uno de los tractores comprados en el vecino país fue completamente desarmado para copiar las piezas. El otro fue remozado de forma tal que pareciera nuevo y recibió el gran detalle diferenciador: una máscara de fundación en el que podían leerse las palabras “IAME” y “Pampa”, el nombre elegido para bautizar al presunto tractor nacional.
Mientras los técnicos de IAME reproducían las partes del Lanz desarmado, el otro, ya rebautizado como Pampa, fue pintado con un llamativo color naranja y presentado en sociedad a los pies del Obelisco porteño, donde quedó en marcha por varios días. De esa manera, mágicamente, el anuncio de construir un tractor nacional en solo tres meses (algo materialmente imposible) se hizo realidad.
La realidad no ayudó al éxito
Pronto se empezaron a ver las consecuencias de la improvisación. La tecnología semidiesel implicaba una serie de contratiempos para el tractorista del “Pampa”. El calentamiento previo tomaba demasiado tiempo, sobre todo en invierno, y la combustión causaba mucho estrépito, una gran expulsión de humo y vibraciones muy molestas.
Pero el detalle más curioso se producía en el momento de arranque del tractor. Al girar el volante de inercia podía ocurrir que el pistón no llegara a completar la compresión y el motor se iniciara al revés, haciendo que el tractor saliera disparado hacia atrás. Esto provocó varios incidentes, destrucción de galpones y hasta incendios.
Más grave aún fue el hecho de que deficiencias intrínsecas al proceso productivo –problemas en el maquinado de las piezas, falta de conocimientos ingenieriles en la mecánica del tractor, producción artesanal de los tractopartistas, ausencia de blueprints (copia de planos), lo que llegó a implicar la forja de piezas nuevas siguiendo como patrón aquellas ya desgastadas del tractor traído de Uruguay– llevaron al desarrollo y la incorporación de componentes inadecuados en el tractor.
¿Otro ejemplo de improvisación peronista?
Más allá de los trucos pergeñados por el marketing peronista, a fines de 1952 se habían producido dos decenas de unidades y la fábrica de Córdoba aceleró el proceso en 1953.
Sin embargo el éxito estuvo lejos de ser logrado. Durante su única década de vida, se produjeron 3760 tractores “Pampa”, hasta que se terminó la producción en 1963.
En ese momento, el Estado le vendió la fábrica a Perkins. Pese a lo que se podría suponer, no fueron sus fallas técnicas las que lo condenaron. “Como todos los emprendimientos del peronismo, su problema era la producción a escala”, dice Castro. (Datos: El Litoral y Estudios sobre la Industria Argentina)
El ABC Rural